Por 500 euros se puede dormir al lado de la máquina de escribir del autor y beber el champán favorito del mítico agente secreto. Con motivo del 60º aniversario de la primera película de la saga, el dueño de la casa ha ampliado el hotel y añadido cuatro restaurantes con multitud de homenajes a 007

Para los no versados en el universo de James Bond, Jamaica podría ser ―simplemente― uno de los escenarios en los que el agente secreto más famoso del mundo paseó su afición por lo exótico, los enemigos con caché y los trajes a medida. Si embargo, el país caribeño es la patria chica del espía británico, porque su creador, Ian Fleming, escribió los 14 libros que relatan las aventuras de 007 en una mansión a apenas veinte minutos de la ciudad de Ocho Ríos y noventa minutos de las pistas del aeropuerto internacional de Montego Bay. Por supuesto, si uno dispone de avión privado, puede aterrizar en el Ian Fleming Airport y plantarse en nueve minutos en GoldenEye, el nombre por el que todos en esta isla conocen el hogar de Fleming.

Su casa está situada en una zona llena de cuevas submarinas, cataratas y unas vistas de vértigo incluso para los estándares jamaicanos. La cosa fue más o menos así, si atendemos a los expertos en el novelista: el comandante Ian Fleming era uno de los capos del espionaje británico y llegó por primera vez a Jamaica en 1943. Aquí es donde los expertos se dividen: algunos creen que se instaló aquí simplemente para descansar de los ajetreos de la II Guerra Mundial; otros que, en realidad, el militar estaba en el Caribe en una misión secreta para ubicar algunas de las bases de submarinos que se sospechaba los nazis podían tener en la zona. Sea como fuere, Fleming siguió yendo a Jamaica de forma regular hasta 1947, cuando decidió instalarse definitivamente. Su villa también es motivo de controversia.  Sus biógrafos dicen que el espía (si eso es lo que era, en definitiva) bautizó así su casa en honor a la operación secreta que el alto mando británico había diseñado para liberar Gibraltar en caso de que Hitler decidiera que España era un buen lugar para invadir y quedarse. En la isla dicen que GoldenEye es simplemente un guiño a las maravillosas vistas de este enclave.

La finca fue comprada en 1959 por Chris Blackwell (el mítico fundador de la no menos mítica Island Records, discográfica que lanzó algunos de los discos más importantes de U2, Tom Waits o Bob Marley). Este la conservó tal cual y con el tiempo decidió convertirla en un pequeño hotel de cinco habitaciones que enseguida se convirtió en un polo de atracción para el turismo de altos vuelos. Ahora, con motivo del 60º aniversario del estreno de Agente 007 contra el Dr. No, la primera película de la saga Bond con Sean Connery como protagonista, la propiedad se renueva y ofrece a sus visitantes la posibilidad de vivir una experiencia completamente bondiana.

En 2022, Blackwell ha decidido dar un paso más y convertir GoldenEye en un rincón de las aventuras de James Bond. Para empezar, a la casa de Fleming se le han unido media docena más de habitaciones, repartidas en diversas villas de una o dos habitaciones, todas dotadas de los mismos lujos que su hermana mayor. Por 500 euros, uno puede dormir al lado de la máquina de escribir en la que Fleming parió a Bond y, por un poco más, puede añadir el champán favorito del agente secreto (Bollinger) o el ron del propio Blackwell, un brebaje difícil de encontrar fuera de la isla y que es uno de los favoritos de los connossieurs locales.

El alojamiento ha abierto, además, cuatro restaurantes, donde hay multitud de homenajes a 007. Y las excursiones desde la villa incluyen algunos de los saltos de agua más espectaculares de Jamaica, playas privadas a las que es difícil acceder desde otro lugar y la opción de quedarse en otras partes de la isla caribeña en las que Blackwell ha decidido instalar pequeñas franquicias del proyecto original. El complejo hotelero incluye también un spa y todos los lujos que pueden esperarse de un resort que rinde tributo a la enorme sombra de un personaje que saltó de la literatura al cine y de allí al inconsciente colectivo.

La mansión sigue siendo un enorme icono en la zona y gran parte de los trabajadores viven en pueblos adyacentes y conservan sus propios recuerdos, mezclados con leyendas, chascarrillos y rumores que reflejan la fama Ian Fleming como un tipo afable y cordial, además de un vividor, lo cual es un complemento imprescindible para hacer del viaje algo aún más memorable.

En palabras del propio Blackwell a El Viajero, la mejor idea, si uno dispone de los recursos necesarios para cogerse una semana de vacaciones decidido a seguir los pasos de James Bond, sería: “Venir con unos amigos, alquilar las cinco habitaciones de la mansión Fleming y sentirse como se sentía él cuando miraba por la ventana mientras escribía las aventuras de 007. Hay excursiones maravillosas, la comida es excelente y el paisaje es indescriptible, pero nada iguala la experiencia de sentirse el propio Fleming durante unos días: es lo más cerca que estaremos de ser 007. ¿No está mal, no?”.

FUENTE: EL PAIS